Proteínas, el otro combustible

A pesar de que sus combustibles principales son las grasas y los glúcidos, el músculo también usa proteínas en cantidades menores. Pero este consumo tiene importantes consecuencias. Conocerlas puede mejorar el rendimiento y la recuperación del ciclista. En esta tercera entrega, el autor explica los secretos de las proteínas como combustible muscular.

Tradicionalmente se consideraba que las proteínas eran el chasis del músculo, no su combustible. Por lo tanto, los músculos no deberían perder proteínas durante su actividad habitual, sino sólo en casos excepcionales. Sin embargo, ahora se sabe que los músculos siempre usan como combustible sus propias proteínas, aunque según las circunstancias cambia la proporción en que lo hace. Después del ejercicio, el músculo debe recomponer las propias proteínas gastadas para no perder capacidad de trabajo.

¿Un buen combustible?

Las proteínas aportan casi 4 kilocalorías por cada gramo consumido, una cantidad de energía parecida a la de los glúcidos. Pero para poder ‘quemarse’ en los músculos dejan un residuo con nitrógeno, parecido al amoníaco, que de acumularse en nuestra sangre sería tóxico, por lo que nuestro metabolismo debe consumir energía para transportarlo al hígado y convertirlo en urea; que podrá eliminarse con la orina. Por lo tanto, si el músculo usa proteínas, ello conlleva más trabajo para el riñón, más agua destinada a producir orina y menor rendimiento para el ciclista. La pregunta que surge es la siguiente: si los músculos usan grasas normalmente y también usan su propio glucógeno cuando el ejercicio es más exigente, ¿por qué la evolución ha permitido que nuestros músculos usen también las propias proteínas? ¿Nos aporta alguna ventaja el consumo de la propia proteína muscular? ¿No es más bien un riesgo “ir quemando” el músculo?
La respuesta podría ser la siguiente: el consumo de proteína complementa eficazmente el aporte de combustible a los músculos y garantiza, como veremos, que siempre tengamos la glucosa apropiada en la sangre, para que el cerebro no se queje, para no sufrir la temida “pájara”. Veamos unas cifras: La investigación mostró ya hace años que con una potencia de pedaleo como la del lector medio (200W frente a los más de 400W de un profesional) el músculo toma, solamente de la sangre, unos 40 gramos de glucosa por hora. Por supuesto que, además, consume el propio glucógeno y grasas. Como la totalidad de la glucosa que el lector tiene circulando en sus 5 ó 6 litros de sangre es de unos 4-6 gramos solamente, se comprende que nuestro cuerpo debe añadir glucosa a la sangre a buen ritmo cuando estamos pedaleando con ganas para evitar la pájara. ¿De donde sale esta ayuda? ( ver más www.arueda.com)

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